04 noviembre 2009

Dos cerebros

Hay grandes diferencias entre el cerebro de un hombre y el de una mujer. Este buen señor ha dado en el clavo, y nos explica el porqué de dichas diferencias.

Muy gracioso. Y para muestra observad al publico que asiste a la presentación... se lo pasan en grande.

02 noviembre 2009

Aterrizaje

El video está tomado en la isla de St. Marteen (Caribe, al lado de Puerto Rico). Esta isla es mitad de Holanda, mitad de Francia. El aeropuerto está en la parte holandesa. Al lado del aeropuerto, es decir, justito, justito, está la playa...

Vamos que reune todos los ingredientes para que cada aterrizaje se convierta en un espectaculo.

Anuncio de Estrella de Levante -> Pa los murcianos.

Los murcianicos, de vez en cuando, nos estiramos, y nos fabricamos cosas tan "chulas" como esta.

Citroen 2 CV + Ferrari = Citrorrari (324 km/h.)

Lo que hacemos los mecánicos.

Sin palabras.

01 noviembre 2009

Quedense con mi hijo

Francisco Salgado se presentó en la comisaría de Policía con su hijo Pablo, de 16 años, atado con una cadena: “No puedo con él, estoy desbordado, tienen que yudarme”. Francisco relató al policía el pánico que sentía cada vez que oía la llave en la cerradura de la puerta. Cómo se encerraba en la habitación para evitar la bronca de su hijo con cualquier motivo: no le gustaba la cena, exigía más dinero, quería que le comprase una moto. “Ahora ha empezado a pegar a su madre y eso ya no puedo aguantar…”

¿Qué clase de sociedad estamos creando cuando 4.000 padres tuvieron que denunciar a sus hijos en 2008 por sufrir agresiones? ¿Cómo es posible que un niño insulte a su profesor y no pase nada? ¿Qué tipo de educación hemos dado a nuestros hijos para que se produzcan actos vandálicos como los acaecidos en Pozuelo? ¿Qué pasa por la cabeza del padre de un alumno que ayer atacó a la directora de un colegio en Vallecas?
Al bueno de Francisco Salgado nadie le enseñó a se padre, e intentó dar la mejor educación posible a su hijo. “No me explico, porque mi Pablito siempre tuvo de todo”, gracias a que Francisco y su mujer trabajaban 12 horas diarias en un bufete de abogados. Era tan rico de bebé que entonces sus padres se lo hubieran comido y ahora se arrepienten de no haberlo hecho. Muy pronto, Francisco y su mujer se convirtieron en padres helicóptero, que vivían obsesionados con sufijo, buscaban la seguridad total para crear al niño perfecto bajo el convencimiento de que los padres somos responsables del éxito o fracaso de nuestros hijos. Hasta jugar resultaba peligroso y una pérdida de tiempo.

Con 6 años, el pequeño Pablito, ya tenía la jornada completamente planeada. Seis horas de colegio, una de inglés (la gran frustración de Francisco), una de música (¡Cuánto le hubiera gustado a su mujer tocar un instrumento!) y otra más de judo (ésta porque sí, porque hay que llenar la tarde). Tres horas de televisión junto a la cuidadora, cenar y a la cama. Francisco y su esposa pasaron a ser lo que los pediatras denominan padres de hijos horizontales. Salen de casa antes de que se despierten los niños, y vuelven cuando ya están otra vez en la cama. Con el fin de semana llega lo que los padres estresados llaman tiempo de calidad. “Yo con mi hijo me llevo fenomenal y nos tratamos como colegas”. Eso se traduce en llevarle el sábado por la mañana al partido de baloncesto –“has visto qué alto es mi Pablito”-, por la tarde, a clases de tenis, -“tengo en casa un Nadal en potencia”- y el domingo al picadero, que luce mucho ente las amistades eso de llevar al niño a montar a caballo.

A Francisco ya le han llamado dos veces del colegio para quejarse de la mala conducta de su hijo. “Mire usted, quizás sea un poco travieso, pero es que es muy inquieto, y es tan inteligente…”. El cabroncete de Pablito ha pegado a dos niñas y ha llamado gilipollas a la profesora. “Eso no se hace Pablito, tienes que respetar a tus compañeros”, es la tímida reprimenda de Francisco, que en su fuero interno está convencido de que la profesora es una inepta que no sabe apreciar las cualidades de su hijo. Llegan la televisión y el ordenador a la habitación del niño, la Nintendo, la Play, la Wii… “mira qué destreza y qué rapidez de reflejos tiene mi hijo con los videojuegos, si es que es muy listo”. “Y cómo no le voy a comprar el móvil, si lleva 3 meses diciéndome que él es el único de su clase que no lo tiene”.

Cuando el niño se convierte en adolescente, y el pequeño Pablito pasa a ser Pablo el puños (es el mote que le ponen en su banda), las travesuras se transforman en delitos como grabar los pechos y las piernas de las profesoras y colgar estas imágenes en Internet para regocijo de sus colegas. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en el colegio Las Rosas del madrileño barrio de San Blas y en un instituto de Ciempozuelos.

En esa época es cuando aparecen lo que todos los padres llaman las malas compañías. “Mi hijo es muy bueno, pero se ha juntado con unos chicos que son unos golfos”. Pablo – que se ha convertido en el jefe de su banda – empieza a suspender, a faltar a clase, a irse de botellón con los amigos, a montar follón en las discotecas, a destrozar todo lo que cruza en su camino. Francisco le lleva al psicólogo y le pone un profesor particular. Por supuesto, el chico se ríe de ambos. “Pablo, ya sabes que tu madre se preocupa y no puede dormir hasta que llegas, no vuelvas más tarde de las 2” (no intente ponerle una hora más temprana, ya que ahora los jóvenes salen a las 11 de la noche).

Dan las 2, las 3, las 4… y Pablo sin aparecer. Llega a las 6 con cara de habérselo bebido todo y con ganas de abrochar al mundo. Francisco y su mujer se encierran en la habitación sin hacer ruido para el pequeño tirano – que ya se ha convertido en el emperador de la casa – no descargue en ellos sus frustraciones.

Y es entonces cuando Francisco se acuerda de su padre. Cuando le dio dos bofetadas por hacer novillos, cuando le castigó un mes sin salir por falsificar las notas, cuando le dejó sin ver la televisión por el primer suspenso, cuando le enseñó la correa por llegar tarde una noche. ¿Acaso su padre era un maltratador? Por supuesto que no, los castigos le dolían más a él que al propio Francisco.

Si usted fuera el policía, querido lector, ¿a quién detendría, a Pablo o a su padre Francisco?

(Manuel del Pozo, Expansion, Sep-09)